¿Cómo reaccionamos las personas ante los acontecimientos traumáticos?
Siempre me ha parecido interesante aprender cómo las personas son capaces de afrontar acontecimientos negativos de sus vidas y, al mismo tiempo, aprender de ellos.
En mi trayectoria profesional y voluntaria me he encontrado con muchas personas con problemas muy graves. El afrontamiento de estas dificultades tanto de la persona como de su familia supone para el profesional un sentimiento de admiración, ya que el sufrimiento que se produce es muy grande. Me refiero a personas con diagnósticos de enfermedad mental grave, tales como psicosis, trastornos graves de la personalidad y afectivos por un lado, y por otro, personas afectadas por parálisis cerebral.
Es habitual encontrar a personas que han sufrido estrés postraumático derivado de accidentes de tráfico, muerte de seres queridos o catástrofes naturales. El modo de afrontamiento, tanto de la víctima como del familiar, requiere una reflexión sobre las emociones que generan en las personas con el objetivo de continuar con su vida. Vida, que en ocasiones, las mismas personas no quieren seguir debido a la situación tan dramática que están experimentando.
¿Cómo se enfrentan las personas a todos estos acontecimientos? ¿Cómo ayudan los profesionales a entender el sentido de lo que ocurre? ¿Quién decide sobre la vida y la muerte en situaciones dramáticas?
En psicología clínica y en psiquiatría existe el TEPT o trastorno de estrés postraumático. Se define por vez primera en el DSM-III R, en 1980, donde parece indicar que lo normal es que todas las personas que se exponen a un hecho traumático deberán sufrir este tipo de trastorno.
Sin embargo, la realidad no es así y las estadísticas lo demuestran. Los autores destacan dos casos recientes en el panorama histórico internacional como es el de la destrucción de las torres gemelas en la ciudad de Nueva York o el atentado terrorista en el tren de Madrid, capital de España. En los mismos, se expone cómo a pesar de ser grande el grupo de personas que sufren ansiedad, es pequeño el porcentaje de individuos que generan el trastorno psiquiátrico (TEPT). En el año 2004, en el atentado de Madrid, el porcentaje de personas que lo sufren es del 1,9%.
Para entender estos fenómenos, la psicología ha desarrollado modelos de vulnerabilidad y, debido a estos datos, los autores plantean desarrollar también modelos de afrontamiento de los hechos traumáticos. De hecho, ya en el año 1994, con la publicación del DSM-IV definen de otro modo el hecho traumático y no dan por supuesto que todas las personas reaccionen del mismo modo ante el mismo hecho.
De hecho así lo demuestran también diferentes investigaciones. Ya en el año 1975, Seligman valoró que los perros de su experimento que recibían choques eléctricos no reaccionaban todos del mismo modo. De hecho, algunos de ellos no desistían en intentos para evitar los mismos a lo largo del tiempo.
También existen experimentos relacionados con los supervivientes a tiroteos en lugares públicos o a catástrofes sufridas debido a terremotos. En los mismos, los porcentajes de sufrir el trastorno por estrés postraumático son en mujeres del 36% y en hombres del 20%.
En el año 2005, Bonnano y colaboradores definen cuatro tipos de reacciones diferentes sobre los traumas, valorando que la resiliencia (o la capacidad para afrontar estos acontecimientos) la alcanzan entre el 35 y el 50% de las personas.
(Apreciaciones del capítulo 18 del libro de Fernández-Abascal, E. (coord.) Emociones positivas Ed. Pirámide. Madrid, 2009. Está escrito por Carmelo Vázquez, Cristina Castilla y Gonzalo Hervás, todos ellos pertenecientes a Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid).
En mi trayectoria profesional y voluntaria me he encontrado con muchas personas con problemas muy graves. El afrontamiento de estas dificultades tanto de la persona como de su familia supone para el profesional un sentimiento de admiración, ya que el sufrimiento que se produce es muy grande. Me refiero a personas con diagnósticos de enfermedad mental grave, tales como psicosis, trastornos graves de la personalidad y afectivos por un lado, y por otro, personas afectadas por parálisis cerebral.
Es habitual encontrar a personas que han sufrido estrés postraumático derivado de accidentes de tráfico, muerte de seres queridos o catástrofes naturales. El modo de afrontamiento, tanto de la víctima como del familiar, requiere una reflexión sobre las emociones que generan en las personas con el objetivo de continuar con su vida. Vida, que en ocasiones, las mismas personas no quieren seguir debido a la situación tan dramática que están experimentando.
¿Cómo se enfrentan las personas a todos estos acontecimientos? ¿Cómo ayudan los profesionales a entender el sentido de lo que ocurre? ¿Quién decide sobre la vida y la muerte en situaciones dramáticas?
En psicología clínica y en psiquiatría existe el TEPT o trastorno de estrés postraumático. Se define por vez primera en el DSM-III R, en 1980, donde parece indicar que lo normal es que todas las personas que se exponen a un hecho traumático deberán sufrir este tipo de trastorno.
Sin embargo, la realidad no es así y las estadísticas lo demuestran. Los autores destacan dos casos recientes en el panorama histórico internacional como es el de la destrucción de las torres gemelas en la ciudad de Nueva York o el atentado terrorista en el tren de Madrid, capital de España. En los mismos, se expone cómo a pesar de ser grande el grupo de personas que sufren ansiedad, es pequeño el porcentaje de individuos que generan el trastorno psiquiátrico (TEPT). En el año 2004, en el atentado de Madrid, el porcentaje de personas que lo sufren es del 1,9%.
Para entender estos fenómenos, la psicología ha desarrollado modelos de vulnerabilidad y, debido a estos datos, los autores plantean desarrollar también modelos de afrontamiento de los hechos traumáticos. De hecho, ya en el año 1994, con la publicación del DSM-IV definen de otro modo el hecho traumático y no dan por supuesto que todas las personas reaccionen del mismo modo ante el mismo hecho.
De hecho así lo demuestran también diferentes investigaciones. Ya en el año 1975, Seligman valoró que los perros de su experimento que recibían choques eléctricos no reaccionaban todos del mismo modo. De hecho, algunos de ellos no desistían en intentos para evitar los mismos a lo largo del tiempo.
También existen experimentos relacionados con los supervivientes a tiroteos en lugares públicos o a catástrofes sufridas debido a terremotos. En los mismos, los porcentajes de sufrir el trastorno por estrés postraumático son en mujeres del 36% y en hombres del 20%.
En el año 2005, Bonnano y colaboradores definen cuatro tipos de reacciones diferentes sobre los traumas, valorando que la resiliencia (o la capacidad para afrontar estos acontecimientos) la alcanzan entre el 35 y el 50% de las personas.
(Apreciaciones del capítulo 18 del libro de Fernández-Abascal, E. (coord.) Emociones positivas Ed. Pirámide. Madrid, 2009. Está escrito por Carmelo Vázquez, Cristina Castilla y Gonzalo Hervás, todos ellos pertenecientes a Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid).
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