El educador como modelo
En todos los contextos los adultos, ya sean padres, monitores o abuelos son ejemplo para los niños. Lo queramos o no, para las cosas buenas y para las cosas malas.
La atribución sobre el papel de los padres en la educación del niño es diferente si el comportamiento es positivo o negativo.
Cuando escuchamos alabanzas sobre una niña que se porta bien, come y duerme bien, el comentario inmediato de los adultos es: “¡Qué suerte que te ha salido buena!” Cuando los niños se portan bien, lo atribuimos a que han salido buenos.
¿Qué ocurre cuando los niños gritan, pegan y se pelean con los demás? El comentario habitual por lo bajo es: “Menudos padres, deberían hacer algo para controlar a este niño”. Cuando los niños se portan mal, lo atribuimos a que los padres educan mal.
Lo que es cierto es que los adultos sirven de ejemplo para el mundo infantil, no solamente con lo que dicen, sino también con sus actitudes, comportamientos, gustos y hobbies. “A la madre de Ana le asustan los perros y a ella también”. “A Paula le gusta el helado de limón, igual que a su madre”…y como estos ejemplos la relación sería interminable.
Esto debería hacer recapacitar a todos los educadores para plantearse la influencia positiva que tienen hacia los niños, teniendo al mismo tiempo cuidado de no perjudicarles con sus actitudes.
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